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La historia de salud de nuestro vecindario: un fin de semana en la vida del jardín “secreto” de Filadelfia

Bonnie-Vengrow Por Bonnie Vengrow

A orillas del río Schuylkill, entre una refinería de petróleo y un flujo constante de trenes que transportan petróleo crudo, se encuentra el secreto mejor guardado de Filadelfia: Bartram’s Garden. Este espacio verde es la antigua propiedad del legendario botánico John Bartram y, aunque está abierto al público sin costo alguno desde 1893, la mayoría de los habitantes de Filadelfia no sabían de su existencia ni lo tenían en cuenta para realizar excursiones o actividades de jardinería. Hasta los vecinos mantenían distancia, porque pensaban que estos jardines cuidados eran propiedad privada de alguna persona adinerada.

Y, realmente, ¡así parece! No les parecía probable tener tan cerca, a su disposición, un jardín de 45 acres con una casa histórica, un jardín botánico, una playa secreta y una granja para trabajar. El sudoeste de Filadelfia posiblemente sea una de las áreas más diversas e imponentes de la cuidad, donde se celebra la mayor cantidad de fiestas de barrio, pero también es una de las áreas más desatendidas. Los índices de pobreza y delincuencia son más altos que en el resto del condado de Filadelfia, y el acceso a espacios verdes es desigual. Casi tres cuartas partes del condado viven cerca de un parque, según indican los datos publicados mediante una colaboración entre Aetna Foundation y U.S. News & World Report. La mayoría de los vecinos de Filadelfia pueden acceder fácilmente a los senderos del río Schuylkill y al famoso sistema de parques de 9,200 acres dentro de la ciudad, denominado Fairmount Park. Sin embargo, el sudoeste carecía de contacto directo con estos espacios recreativos.

Gracias a Bartram’s Garden, se tienden puentes y, en el proceso, se cambia la mente y el corazón de los vecinos. Durante los últimos seis años, el personal ha escuchado a los líderes de la comunidad y ha encuestado a los residentes para averiguar qué quieren y qué necesitan de ese espacio. “El objetivo es crear un lugar donde se acepte y afirme la diversidad, donde los niños tengan el poder de liderar y donde el desarrollo de la comunidad y las relaciones pueda prosperar”, dice Maitreyi Roy. Roy es la directora ejecutiva de John Bartram Association, una organización que trabaja junto con las autoridades de la ciudad para administrar y programar las actividades de Bartram’s Garden. “Para nosotros, la idea de que este jardín sea un lugar acogedor para todos es el motivo fundamental por el que creemos que los lugares cívicos como este son un verdadero punto de encuentro”, explica Roy. “Este jardín se está convirtiendo en una sala de reunión familiar y un salón de clases de la comunidad”.

Una subvención de $100,000 de parte de Aetna Foundation ayuda a financiar los esfuerzos del equipo, que incluyen un huerto y una granja comunitarios, un programa de navegación público, un programa de liderazgo para jóvenes y una extensión del sendero recreativo que finalmente comunicará a los residentes con los parques, los servicios y los recursos del centro de la ciudad. “En Bartram’s Garden tienen una clara visión sobre cómo reforzar una comunidad”, dice Amy Aparicio Clark, directora general del Departamento de Estrategias e Impacto Comunitario en Aetna Foundation. “Comprenden el poder que tiene un jardín para reunir a residentes que no interactuarían entre sí de otra manera. En Aetna Foundation se asumió el compromiso de financiar proyectos como este, que estimula la vitalidad de la comunidad a través de un mejor acceso a espacios verdes.”

(En Aetna Foundation también se financia una serie de clases de cocina en Asheville, NC, y los estudiantes de allí han formado una comunidad especial. Obtenga más información sobre esto aquí).

Las personas que participan en actividades de voluntariado y que trabajan en Bartram’s Garden dicen que el espíritu de desarrollo comunitario está siempre presente allí, y tienen razón. Así se veía durante un fin de semana reciente.

Viernes, 1:45 p. m.

La Dra. Sylvia D. Briscoe, miembro de la junta directiva de Bartram’s Garden, aparta algunas hojas y admira una berenjena de fin de temporada que crece en el huerto comunitario de Sankofa Community Farm. La jardinería la trajo hasta aquí hace cuatro años. Pero fue el sentido de comunidad lo que la inspiró a involucrarse más. Así se encuentre en el huerto, en el cobertizo para botes o en la granja, siempre ve personas de todas las edades trabajando juntas. Y esto la hace muy feliz.

De todos los lugares y rincones de Bartram’s Garden, el lugar preferido de la Dra. Briscoe es una tranquila parcela que se encuentra detrás de la granja.

“En nuestros vecindarios empobrecidos, los niños están en un desierto. No se ven jóvenes afuera, no conversan con los vecinos en la calle. Y ahora los vecinos tienen miedo de los niños. Esa es la realidad”, explica la Dra. Briscoe. “Pero cambiamos eso aquí, en Bartram’s Garden. Vienen personas mayores y los niños pueden hablar con ellas, escuchar sus experiencias de vida y saber qué pueden esperar. El simple hecho de tener esa conversación les da esperanzas”.

Viernes, 3:12 p. m.

Los bagres prácticamente saltan en el curso inferior del río Schuylkill. Por desgracia, todos parecen dirigirse hacia otro pescador de caña, pero a George parece no importarle.

A principios de este año, un residente del noroeste de Filadelfia descubrió el Bartram's Garden, después de que se recomendó un pescador local. George quedó cautivado por la belleza natural del lugar y la abundancia de peces en el río. Desde entonces, viene a pescar aquí una vez al mes. “Es un tesoro escondido”, dice sobre el Bartram’s Garden. “Uno sabe que está en la ciudad porque se ve el paisaje urbano al otro lado del río. Pero no se podría pedir una mejor ubicación”.

Desde la primavera, George viene a pescar a este lugar del curso inferior del río Schuylkill.

Hace una pausa, pone en el anzuelo otro trozo de pavo ahumado, su carnada preferida, que le comparte al afortunado pescador que tiene al lado. “La gente está empezando a descubrir este lugar”, dice. “Pero me parece bien. Es una creación de Dios y debe ser compartida”.

Viernes, 4:30 p. m.

El silencio de las últimas horas de la tarde se interrumpe con voces entusiastas al grito de: “¡Asuman su propio poder! ¡Es hora de transformarse!”.  Es un ejercicio de afirmación de rutina para los niños del programa Royal by Nature, que se reúnen en Bartram’s Garden después de la escuela y en el verano. La mayoría de los niños viven en el vecindario y, antes de participar en el programa, no habían puesto un pie en este lugar. 

Camryn y su hermano mayor, Syncere, le muestran a la maestra Kyle J. R. Morris dónde viven en un mapa del área.

Resulta que la tierra es el aula ideal para transmitir los tipos de destrezas para la vida que enseña Royal by Nature, dice su fundador, Kyle J. R. Morris. “Este verano, enseñamos a los niños a pescar. Navegaron por el río. Aprendieron a cultivar sus propios alimentos y a ensuciarse las manos”, dice. “Construyeron casas en los árboles y aprendieron a dejar los controles de los video juegos de lado para encontrar la diversión en la naturaleza, literalmente”.

Después de meses de explorar el lugar, todavía les cuesta elegir su rincón preferido. “Me gustan todos los lugares”, dice Syncere, de 12 años. “¡A mí también! Me gustan todos los lugares por igual”, dice su hermano, Camryn, de 10 años. La decisión es un poco más fácil para Kyle. “Me gusta donde hay personas”, dice.

Sábado, 8:45 a. m.

Sybria hace con amor su trabajo en el puesto de Sankofa Community Farm en el mercado de productores de Clark Park, en el oeste de Filadelfia. Esta alumna de escuela secundaria y pasante en Bartram’s Garden no solo ayudó a sembrar, cosechar y envasar los productos obtenidos esta mañana, sino que también pasó horas aprendiendo sobre cada fruta y vegetal, su sabor, cómo prepararlos y cómo se pronuncian, por si algún cliente pregunta.

Todos los sábados, Sybria colabora en el puesto de Sankofa Community Farm, en un mercado de productores del oeste de Filadelfia.

Nunca antes de esta pasantía había estado en Bartram’s Garden ni había reflexionado sobre la agricultura. Pero trabajar en la granja, y escuchar historias de los habitantes mayores, la inspiró a comer mejor. También despertó su interés por conocer más acerca de sus antepasados africanos y su función en la historia de nuestro país. “Trabajar aquí me ayudó a crecer como persona”, dice. “Antes yo creía que sabía mucho. Pero, cuando empecé a trabajar aquí, me di cuenta de que, en realidad, hay muchas cosas que no sé, especialmente sobre mis raíces. Y eso me llevó a preguntarme de quién quiero aprender todas estas cosas”. Resulta que las personas mayores le están enseñando a Sybria tanto sobre sus raíces como sobre jardinería.

Sábado, 11:13 a. m.

Sadé cuida de las plantas como si fueran sus hijas. Durante los últimos dos años, esta pasante de Bartram’s Garden se encargó de, prácticamente, todos los cultivos en Sankofa Community Farm. El trabajo puede requerir un gran esfuerzo físico para una estudiante de 11.º grado, pero las recompensas van más allá del aprendizaje sobre cómo cultivar y cocinar los alimentos. 

 

Sadé calcula que plantó, cuidó o cosechó casi todo en Sankofa Community Farm.

Los mentores de Sadé fueron Chris Bolden‑Newsome y Ty Holmberg, directores conjuntos de la granja. “Chris me enseña mucho sobre nuestra cultura y cómo la cultura se relaciona con los alimentos, y Ty me levanta el ánimo cuando estoy desanimada”, dice. Además, ella entabló amistades duraderas allí. “Aquí creamos lazos que durarán por siempre. A una de mis amigas de aquí la considero mi hermana. En este lugar, nos hacemos nuevas hermanas y hermanos todo el tiempo”.

Domingo, 2:05 p. m.

Es uno de los últimos fines de semana del año para disfrutar del programa de navegación público y gratuito, y los kayaks y botes de remos ya están en el río. Ken no puede evitar sonreír mientras se saca el chaleco salvavidas. Hace un momento, se encontraba en el agua; la primera vez que sale a navegar desde que sufrió un accidente hace algunas décadas. Admite que sintió nervios antes de subir al bote. “Pero ahora, me siento genial”, dice. “Superé el miedo”.

Después de la experiencia del accidente de navegación cuando era más joven, Ken finalmente decidió enfrentar el miedo al agua y navegar por el curso inferior del río Schuylkill.

Cerca se encuentra Yahsir, un pasante de 15 años del programa de navegación de Bartram’s Garden. Él comprende el alivio que siente Ken. Su tía sufrió un accidente de navegación cuando era más joven y, durante años, evitó el agua. Pero hace poco, Yahsir logró convencerla de que lo acompañara en un breve paseo en bote. “Se asustó cuando pasamos cerca de la refinería de petróleo, pero, a pesar de eso, lo disfrutó”, comentó Yahsir.

De hecho, gran parte del trabajo de Yahsir es preparar a los cientos de personas que navegarán este fin de semana en un bote de remos hecho por estudiantes de una escuela secundaria local o en kayak de una plaza. Otra de sus responsabilidades es ayudar a controlar la cantidad de bacterias que hay en el agua. Si los niveles son demasiado altos, debe notificar al personal del río de Bartram’s Garden’s y cancelar las actividades de navegación de ese día.

Como Yahsir ve de primera mano lo que termina en el río, se ha vuelto más consciente de los residuos que él mismo genera. “Estar rodeado de la belleza de Bartram’s Garden’s te produce eso”, dice. 

Uno de los deberes de Yahsir como pasante del programa de navegación es controlar los niveles de bacterias presentes en el agua e informar sus resultados.

Domingo, 2:34 p. m.

En el parque de juegos que está entre el huerto comunitario y la granja, hay un bullicio constante. Hoy es Harvest Fest (Fiesta de la Cosecha), un evento anual que se lleva a cabo durante todo un día y atrae a unos 1,400 visitantes a Bartram’s Garden’s. Entre ellos se encuentran Joe, su esposa y sus dos hijos. Todos viven en la ciudad. Hasta el momento, la familia ya participó en una cabalgata, visitó el puesto donde se pintan las caras y, pronto, jugarán con aros de hula‑hula y participarán en carreras de sacos.

Como profesor universitario especialista en la época colonial de John Bartram, Joe dice que cree que Bartram aprobaría lo que sucede allí hoy: la actividad, la exploración y la unión. “El jardín está haciendo exactamente lo que él hubiese querido que haga”, dice Joe. “No podría haber sabido cómo se transformaría Filadelfia, pero creo que estaría contento”.

El hijo de Joe, Noah, disfrutó de la cabalgata durante el Harvest Fest de este año.

En efecto, la tierra que imaginaba Bartram hace cientos de años continúa siendo un lugar donde la vida prospera. Maitreyi Roy, la directora ejecutiva, lo observa todos los días. De hecho, una de las partes favoritas de su trabajo es ver cómo el lugar reúne a las personas, ya sean familias de refugiados que trabajan a la par de los habitantes locales de mayor edad en el huerto comunitario o personas que llegan al río por primera vez. “Fue extraordinario para nosotros ver que este tipo de ambiente tenga un papel tan importante en la comunidad”, dice Maitreyi. “En estos tiempos de tanta división y odio, este es un lugar donde las personas se pueden conectar con la naturaleza y conectarse entre sí. Les permite encontrar un poco de belleza”.

El lugar favorito de Maitreyi Roy en Bartram’s Garden es la pradera, que fue recuperada de un predio industrial hace algunas décadas.

La comunidad en la que vive determina la cantidad de años que vivirá y la calidad de vida que tendrá. Hace poco, Aetna Foundation se asoció con U.S. News & World Report para clasificar los condados de los Estados Unidos con respecto a diferentes factores, como educación, nutrición, seguridad pública y más. Se evaluaron aproximadamente 3,000 condados, y pudimos identificar las 500 comunidades más saludables de los Estados Unidos. En esta serie, analizaremos los condados de la lista donde los residentes han detectado algún problema relacionado con la salud, el cual están tratando de resolver con la ayuda de una subvención de Aetna Foundation. Aquí, presentamos una descripción de Bartram’s Garden, en el condado de Filadelfia, PA, que tiene un puntaje de salud total que está 9 puntos por debajo del promedio nacional. Al estar ubicado en un vecindario económicamente abatido, el huerto les brinda a los residentes un lugar seguro y natural para poder conectarse con la naturaleza y con los demás.

Sylvia Briscoe: Realmente ha logrado que las personas entiendan que Bartram’s Garden está aquí para ellos. Este espacio ha cambiado la vida de las personas. Pienso que eso es lo que quería John Bartram, y creo que es lo que estamos haciendo.

Sylvia Briscoe: Ahora vivimos en comunidades aisladas. Tenemos hijos que viven en lugares que no tienen las opciones ni el acceso a los recursos disponibles. Por eso, no lo dudé ni un minuto y pensé: “Qué maravilla... además de que están cultivando alimentos, están haciendo cosas fenomenales”.

Sylvia Briscoe: Atrae a una gran cantidad de personas de diferentes entornos y generaciones, lo que aporta una sensación multicultural. Produce una experiencia totalmente diferente, un vínculo con la tierra.

Maitreyi Roy: Cuando vine por primera vez, recorrí el jardín y me impactó su extraordinaria belleza, pero realmente faltaban personas. Pensé que este jardín de verdad cobraría vida si las personas pudieran considerarlo parte de sus vidas. Durante muchos años, esta zona de la ciudad fue tierra de cultivo, y la familia Bartram construyó su hogar aquí.

Maitreyi Roy: Una de las cosas más maravillosas es ver el papel que desempeña en la preparación de los jóvenes para sus carreras profesionales. Imaginemos que, en el futuro, este jardín sea totalmente dirigido por jóvenes. Imaginemos que el guía turístico es un estudiante que está aprendiendo sobre cómo ser un educador en la comunidad. Esperamos que, en el futuro, todo este jardín sea un modelo sobre cómo nuestros jóvenes pueden hacerse cargo de la comunidad.

Sylvia Briscoe: La misión de Bartram, siglos atrás, no era muy distinta de la misión actual. Simplemente hicimos que la misión del siglo XXI fuera servir a la comunidad.

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