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Formas creativas en las que en Aetna ayudamos a las comunidades de EE. UU. a enfrentar la inseguridad alimentaria

Por Alice Gomstyn

Cuando su familia enfrentó tiempos difíciles hace unos años, Frances ahorró en las compras del supermercado para que les alcanzara el dinero. Cuenta que ella y sus hijos a menudo subsistían con paquetes de sopa instantánea. Frances sabía que no era una opción saludable, pero creía que no tenía alternativas.

 

“Es difícil cuando te dicen: ‘Debes comer alimentos saludables’, pero no tienes los medios para hacerlo”, indica.

 

Por desgracia, muchas personas del país viven lo mismo que Frances. Según el Departamento de Agricultura de los Estados Unidos (USDA), más de una de cada diez familias sufre inseguridad alimentaria. Muchos quieren comer mejor, pero viven en zonas donde no se consiguen tantos alimentos saludables o donde se vende más comida chatarra que alimentos saludables. El problema de otros es que no saben con qué alimentos mejorar su dieta.

 

Por fortuna, existen organizaciones en todo el país que enfrentan este tipo de desafíos con estrategias creativas a fin de brindar a los residentes los alimentos y la educación necesarios para llevar vidas sanas. Aetna y Aetna Foundation se han asociado con estos grupos y ofrecen respaldo económico para impulsar soluciones innovadoras. Estos son algunos ejemplos:

 


Comida gratis, barrigas llenas

 

En ocasiones, la solución más eficaz para la inseguridad alimentaria es la más simple: ofrecer comida nutritiva gratis a quienes la necesitan, sin compromisos, porque seguro la aceptarán. En Nueva Jersey, Aetna Better Health, el plan de cuidado administrado de salud de Medicaid que ofrece Aetna, organiza donaciones mensuales de alimentos en Aetna Healthcare Central, la sucursal de Newark. Newark está en el condado de Essex, en Nueva Jersey. Se considera que casi 1 de cada 5 personas no tiene seguridad alimentaria en este condado.

 

Magdaliza Aviles, la gerente de la tienda, y el resto del personal entregan bolsas llenas de productos frescos, además de arroz y frijoles o espaguetis. La donación es para todos, no solo los miembros de Aetna. “Por lo general, la gente hace fila”, explica Aviles. “Es por orden de llegada. Las primeras 400 personas reciben una bolsa con alimentos. Al principio, algunos miembros de la comunidad se sorprendieron con las donaciones”, cuenta. “Una mujer se detuvo con el automóvil y dijo: ‘Un momento, ¿una compañía de seguros vino a mi vecindario a regalar comida?’. Estaba muy sorprendida”.

 

Los servicios de entrega de alimentos gratis podrían salvarles la vida a los que sufren inseguridad alimentaria y problemas de salud graves. Los investigadores han descubierto que los pacientes bien alimentados necesitan menos hospitalizaciones y que los que las necesitan tienen menos probabilidad de readmisión. En Pensilvania, Aetna Better Health se ha asociado con la Alianza de Vecindarios Metropolitanos para la Nutrición (MANNA), un servicio de entrega de alimentos que se especializa en comidas preparadas según consejo médico para personas con enfermedades crónicas. Quienes tienen diabetes, hipertensión, cáncer y otras enfermedades reciben comidas especiales para sus necesidades nutritivas. Los que reciben estas comidas también se benefician con el asesoramiento de los dietistas registrados de la MANNA. Estos les ofrecen consejos para controlar los niveles de azúcar en sangre, comprender la cantidad de hidratos de carbono y otras estrategias para mejorar la salud.


Acercarse a las personas

 

Aunque las personas tengan el dinero para comprar buenos alimentos, con frecuencia el acceso a estos continúa siendo un obstáculo. En ocasiones, no hay tiendas en los vecindarios que vendan opciones saludables y a costos bajos. Por eso, organizaciones sin fines de lucro como GO! Austin/¡VAMOS! Austin (GAVA) llevan productos frescos a áreas de escasos recursos mediante asociaciones con los miembros de la comunidad local y pequeñas empresas.

 

La organización GAVA, que recibió una donación de $100,000 de Aetna Foundation, trabaja con el Sustainable Food Center (SFC), otra organización sin fines de lucro con sede en Austin, Texas, para llevar productos frescos a puestos de granjeros a cargo de los miembros de la comunidad. Entre ellos, está Lilia, que vende pepinos, zanahorias y otros productos frescos en su puesto semanal Fresh For Less (Productos frescos por menos), en un centro comunitario. El centro es parte del complejo de viviendas para personas con bajos ingresos donde vive Lilia, que atiende a unos doce de sus vecinos todas las semanas.

 

Las ventas están aumentando en el puesto de Lilia y en otros puestos locales, donde ahora los clientes gastan más por compra. Simone Benz, jefa de proyectos para el acceso a los alimentos de SFC, cuenta que las ubicaciones convenientes de los puestos (lo que incluye vestíbulos de edificios, estacionamientos de las escuelas y centros recreativos) son esenciales para su éxito. “Para que las personas tengan acceso a los alimentos, hay que acercárselos”, explica.

Lilia instala el puesto de hortalizas Fresh For Less. Atiende a unos doce clientes todas las semanas.

 

La iniciativa Healthy Corner Store de GAVA también apunta a acercar alimentos a las comunidades de bajos ingresos, esta vez enfocándose en los minimercados locales. Es una estrategia que tiene el apoyo de Frances, quien se unió al grupo como organizadora comunitaria remunerada en 2017. Frances explicó que las tiendas están a 10 minutos de su vecindario en automóvil para quienes tienen la fortuna de tener uno. Pero para los residentes que dependen del transporte público o que tienen poco tiempo, el minimercado del vecindario a menudo es la única opción.

 

Para garantizar que se vendan productos saludables, Frances y otros miembros del personal de GAVA se reunieron con los propietarios de estos mercados y los instaron a que incluyan alimentos básicos, como bananas, aguacates, papas y queso. A pesar de que muchos dudaban respecto de invertir en nuevos productos y en costosas unidades de almacenamiento refrigerado, Frances les aseguró que valdría la pena. Y estaba en lo cierto. En un estudio del área que duró cinco años, se descubrió que el porcentaje de personas que compraron frutas y vegetales en los minimercados aumentó del 24 % al 35 % en cuatro años. Los residentes también comían una mayor variedad de vegetales, con un consumo de más de una taza al día en promedio.

 

Se deben enseñar hábitos saludables desde el comienzo

 

Algunas organizaciones sin fines de lucro se ocupan de fomentar en los niños el gusto por la alimentación saludable. Bountiful Cities, un grupo de Asheville, Carolina del Norte, ofrece clases de cocina y horticultura a través de los programas FEAST y Strong Roots. Los programas, que también son parte de la iniciativa Community Food Education Collaborative y recibieron $53,000 de Aetna Foundation, les muestran a los niños de familias de bajos ingresos diferentes alimentos saludables y les enseñan cómo cultivarlos, prepararlos y disfrutarlos.

 

Ambos programas fomentan el aprendizaje práctico. Los niños, por ejemplo, pueden experimentar durante toda una clase con diferentes maneras de preparar un vegetal antes de decidir con qué método queda más sabroso. “Nunca tendrían esta oportunidad en su hogar”, explica Kate Justen, directora de los programas para jóvenes de Bountiful Cities. “Aunque tengas todo el dinero del mundo, nunca vas a decirles a tus hijos que les seguirás comprando calabacines para que solo jueguen con ellos”.

 

Sin embargo, las investigaciones demuestran que jugar con la comida está ayudando a los alumnos a establecer hábitos alimenticios más saludables. En una encuesta de FEAST del año 2018, el 68 % de los estudiantes informó comer frutas y vegetales en por lo menos dos comidas al día, y el 90 % dijo que estaba dispuesto a probar nuevas frutas y vegetales o probarlos en diferentes preparaciones.

 

Los huertos en las escuelas son otro camino para que los productos lleguen a las manos de jóvenes que sufren la inseguridad alimentaria. En la escuela R. C. Bannerman Learning Center del condado de Clay, Floida, se enorgullecen de su floreciente huerto, que les gusta mucho a los alumnos, como Steven Heflin.

 

“Me dijeron que podía llevar todos los alimentos que quisiera a casa y pensé: ‘¡Cielos! Es genial’”, cuenta Steven, que incluye el brócoli, los rábanos y los pimientos entre los vegetales que le parecen más sabrosos.

Los estudiantes de Bannerman, como Steven, pueden llevarse a casa cualquier vegetal que cultiven.

 

“Muchos de nuestros estudiantes casi no consumen productos frescos en sus casas debido a que son bastante costosos”, explica John Coleman, docente de Ciencias de Bannerman. “Puede que nunca hayan comido ejotes frescos ni fruta fresca cortada del árbol”. John recuerda a un niño de octavo grado que descubrió la acelga en el huerto el año pasado. “Se llevó un poco a casa, la cocinó él mismo, se la comió toda y cuando regresó nos contó que estaba muy rica”.

 

Aetna Foundation otorgó $60,000 para el huerto de la escuela, y esto les permitió a los estudiantes construir una estructura para que las plantas tuvieran sombra y crecieran todo el año e instalar tres nuevos tipos de sistemas hidropónicos. Los huertos hidropónicos requieren menos espacio, agua y fertilizantes que los tradicionales; las plantas crecen hasta un 50 % más rápido, lo que permite que haya cosechas más frecuentes y más comida para que los alumnos se lleven a casa.

 

Desde donaciones de alimentos y puestos de granja a cargo de residentes hasta minimercados con conciencia saludable y clases de cocina y horticultura para niños, los programas disponibles para familias con inseguridad alimentaria son tan diversos como los ingredientes de una comida sana. Y con el apoyo de organizaciones sin fines de lucro y Aetna, los líderes de la comunidad como Frances están resueltos a mantener las iniciativas.

 

Aunque han pasado años desde que tuvo que depender de paquetes de sopa para alimentarse, Frances recuerda bien los malos tiempos. Quiere que otros eviten las decisiones difíciles que tuvo que tomar en ese entonces, por eso los guía hacia los recursos que necesitan. “Puedo darles información. Puedo ser esa persona que necesité cuando no tenía nada”, explica. “Eso es lo que me impulsa a hacer este trabajo todos los días”.

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